Problemas e iniciativas en el campo y la ciudad durante la pandemia

Fotografía: Vladimir Guerrero

Diversas comunidades rurales y urbanas se han organizado para enfrentar las crisis generadas por la pandemia


La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto total en el ámbito social, paralizó la dinámica económica, agravando los problemas de recesión, puso a prueba la capacidad de respuesta de los gobiernos y dejó una crisis civilizatoria que invisibilizará saberes y experiencias previas del ser humano con la naturaleza, comentó Carlos Rea Rodríguez, académico de la Universidad Autónoma de Nayarit.

La crisis sanitaria visibilizó el desplazamiento de fronteras eco-territoriales y el avance de un proceso destructivo, ambiental y sociocultural, que propicia el surgimiento de nuevas y el regreso de viejas enfermedades. Aunado a esto, la pandemia evidenció las desigualdades sociales y las injusticias, además de los posibles riesgos del control biopolítico, afirmó el académico.

El COVID en el campo mexicano

La pandemia empeoró algunos problemas que ya se encontraban dentro de la población rural, además de que aumentaron los precios de productos, se extendió la especulación de las compañías distribuidoras, aumentó el precio de los bienes de consumo y se presentó una caída en el precio del café, explicó Blanca Rubio, investigadora del Instituo de Investigaciones Sociales (IIS) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y agregó que, uno de los grupos más afectados fue el de los “jornaleros”, los cuales se encontraron con escasez de agua, aislamiento y hacinamiento en los campamentos.

La letalidad del COVID-19 en zonas rurales es una de las más altas, esto se debe a las carencias y los riesgos con las que estos grupos viven, como la desnutrición, la violencia, enfermedades como sobrepeso y obesidad, entre otros, señaló Rubio, y reiteró que entre los estados más afectados se encuentran Yucatán, Ciudad de México y Oaxaca.

Las políticas de salud para enfrentar el COVID-19 en el campo mexicano, explicó la investigadora, consistieron en la difusión de información general sobre la enfermedad y las medidas de contención, pero, también se encontraron deficiencias en la aplicación de pruebas, además de carencia de insumos dentro de hospitales y clínicas.

El COVID en las metrópolis mexicanas

Las áreas urbanas donde se encuentran los espacios más marginados y con mayor índice de pobreza, coincidentemente, son las zonas con mayor presencia de COVID-19, afirmó Patricia Ramírez Kuri, investigadora del IIS-UNAM, y añadió que, los efectos de la pandemia se encuentran centralizados en las regiones urbanas y en las grandes ciudades, siendo el Estado de México y la Ciudad de México las regiones más afectadas, ya que una gran parte de la población se encuentra en estas zonas urbanas.

Las afectaciones de la pandemia escalaron desde el ámbito individual hasta el ámbito social y público. Según la investigadora, el espacio individual se convirtió para muchos en un espacio de riesgo, violencia o abuso, mientras que el espacio público, además de ser un espacio de riesgo, reflejó las desigualdades en forma de violencia real y simbólica, pero también resultó ser un espacio de resistencia ciudadana en el que se “manifiestan la reconstrucción del sentido colectivo, de lo público como lugar común a miembros diferentes de la sociedad”.

Las resistencias ante los desalojos han presentado iniciativas y demandas de moratorias ante los más de 600 desalojos que han propiciado casos de COVID-19. La pandemia obligó a reconocer que lo que pareciera ser fijo puede ser desestabilizado por diversos factores que también afectan a distintos grupos marginados y solamente tienen como resultado más desigualdad, señaló la investigadora.

Respuestas sociales frente a la crisis económica

El Túmin, que significa dinero¨ en totonaco, es una moneda social, surgida en Veracruz. Esta moneda, que se originó a partir de la educación de un pueblo en temas de economía, fue entregado solamente a productores y tiene las propiedades de ser universal y válido al portador, no es una mercancía acumulable y está regulada por una Asamblea General, así como por una Junta de Buen Gobierno, explicó Ivette Ayver, investigadora del proyecto “Pro-regiones”.

Esta moneda social no es oficial, sino que es un acuerdo civil, particular y de uso libre, voluntario y comunitario. Entre sus beneficios está la adquisición de productos y en especial, durante la pandemia, el Túmin es considerado como “un proyecto de dignidad económica que estrecha lazos comunitarios, y ayuda a fortalecer la economía local”, afirmó la académica.

Actualmente, y con alrededor de 2,000 usuarios, el Túmin es una opción viable para solucionar la crisis causada por el COVID-19, además de representar a la organización y la autonomía de diversos estados dentro de la República al ellos “hacerse responsables de su calidad de vida mediante la ayuda mutua y la solidaridad”, señaló Ayver.

Respuestas sociales frente a la crisis del campo

Para enfrentar las problemáticas experimentadas en el campo mexicano, han surgido organizaciones comunales que promueven medidas preventivas de salud y diversos grupos han levantado demandas por la falta de medidas del gobierno, afirmó Blanca Rubio.

Los jóvenes conforman el grupo que más se encuentra en amenaza e incertidumbre y para ellos el encierro representa “la expropiación del presente”. En el caso de comunidades y pueblos, surgieron iniciativas desde lo local hasta lo comunitario, respuestas autónomas que incluyen iniciativas de apoyo mutuo, y donde son visibles la recuperación, reapropiación y resignificación del territorio, la vida comunitaria y los vínculos sociales desde la solidaridad, afirmó Carlos Rea.

Asimismo, diversas organizaciones –entre las que se encuentran el EZLN, los Purépechas de Cherán, la REDECOM, la organización de San Francisco del Mar, entre otros– han tomado acciones como la suspensión de asambleas y fiestas patronales, el establecimiento de un horario de entradas y salida de transporte público y filtros sanitarios en los que se prohíbe la entrada a personas ajenas a la comunidad con tal de evitar la propagación del virus. Sin embargo, una de las acciones fundamentales ha sido el uso de radios comunitarias para dar información y para dar clases a los niños de la comunidad, afirmó la investigadora.

Todas estas medidas dieron como resultado que, de los 700 municipios indígenas, al menos 250 o 300 municipios no cuentan con casos de COVID-19. Por lo tanto, concluyó Rubio, a pesar de que se han agravado los problemas que enfrentan los indígenas durante la pandemia y de la falta de atención por parte del gobierno, puede decirse que las comunidades organizadas han logrado “parar” un poco el impacto de la pandemia.

Respuestas sociales frente a la crisis de las urbes

Frente a las múltiples problemáticas generadas por la crisis sanitaria en las grandes ciudades, se han generado diversas experiencias presenciales y digitales, de cooperación y solidaridad, relacionadas con la protección de derechos, además de apoyo económico a los ciudadanos o incluso, a las cooperativas, afirmó Ramírez Kuri.

En dichas experiencias, el apoyo es proporcionado por parte de locales, vecinos, organizaciones de la sociedad civil, organizaciones sociales e instituciones gubernamentales y da pie a considerar el uso de alternativas como monedas sociales o un sistema de trueques en contextos urbanos, señaló la investigadora.

Entre las consecuencias positivas de la pandemia, se encuentra el surgimiento de espacios públicos para el debate y la reflexión colectiva, donde se han colocado temas centrales como las causas y consecuencias de la crisis, posibles soluciones a la misma, las consecuencias de megaproyectos, la violencia de género, entre otros, afirmó Carlos Rea, y recalcó que “es posible actuar de forma concertada y simultánea a escala global, es posible también prescindir de actividades, productos y servicios de la sociedad de consumo, (…) imprimir otro sentido a la existencia humana, individual y colectiva, y a la relación con la naturaleza”.

Estas reflexiones se realizaron el 10 de febrero de 2021 durante la segunda sesión del coloquio Los rebotes de la pandemia: medio ambiente y economía solidaria, coordinado por Sergio Zermeño.


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