Para hacer sociología el escritorio no basta

Ayer se celebró en Perú el Día de la Sociología; hoy, 10 de diciembre, se celebra en Colombia; en México la sociología tiene su día el 1 de junio. Cada festejo se ha construido como una tradición con su propia historia, las más de las veces marcadas por enconadas luchas políticas e intelectuales en contra de los poderes establecidos, y es que la sociología es crítica reflexiva o no es.

En no pocas ocasiones se ha planteado públicamente la siguiente pregunta: ¿para qué sirve la sociología? Aquí cada sociólogo y socióloga tendrá su propia respuesta de acuerdo con su subjetividad sociológica, esto es, de acuerdo con sus intereses epistemológicos, sus referentes teóricos, sus apuestas metodológicas, sus motivaciones políticas, su trayectoria académica y sus experiencias biográficas. Pero creo que una idea general de donde se despliegan las múltiples respuestas posibles es esta: la sociología sirve –debería servir– para formar personas sensibles a las realidades que afectan a los diversos colectivos sociales. No se trata de la moral redentora de la tradición judeo-cristiana, sino de un ethos que es reflexivo y crítico ante las injusticias sociales, como lo mencioné en el párrafo anterior. ¿Se puede hablar, entonces, de un ethos basado en una crítica y reflexiva sensibilidad social? Como sociólogo, espero que sí.

Dicha sensibilidad solo se hace potente en los territorios, en el aprendizaje con las comunidades. El ethos al que me refiero busca, precisamente, encontrar soluciones colectivas a los problemas sociales. Es allí donde realmente se construye el vínculo ciencia-sociedad, y es allí donde la sociología deviene ciencia subversiva, como lo planteó Orlando Fals Borda (1973). Somos nosotros, sociólogos y sociólogas, quienes junto con otras personas dedicadas a las ciencias sociales, recorremos los territorios, los comprendemos y aprendemos de ellos. Se pueden hacer excelentes elucubraciones teóricas desde el escritorio y el computador, pero nunca se hará una sociología subversiva desde allí. Nuestra sensibilidad debe alimentarse de observar y escuchar, de lo contrario caeremos en una especie de solipsismo epistemológico. Por otra parte, la sociología debe tener siempre el compromiso como postura política y la crítica como método.

Pero, en contra del ethos que he planteado, una amenaza recorre el mundo científico: la indexación. Ciertamente, la sociología –y las ciencias sociales en general– han sido cooptadas (por no decir doblegadas) por los sistemas de evaluación que reducen su lógica en solicitar pruebas de que los investigadores han publicado en revistas científicas, ojalá indexadas. Si la sociología es praxis, hoy vemos que gran parte de esa praxis se ha redirigido a cumplir con los requisitos de evaluación/publicación. Mucho se ha escrito y debatido sobre el tema, por lo tanto no profundizaré en ello; lo que sí quiero destacar es que todo ese sistema de publicación a ultranza ha producido una nueva subjetividad científica. En efecto –y en contra de lo que consideramos una vocación–, muchas personas han sido llevadas a dedicar gran parte de su tiempo laboral en demostrar las actividades cotidianas que realizan y en resolver los asuntos de sus publicaciones en detrimento del tiempo dedicado a estar en campo haciendo sociología. «Publicadores seriales» los llama un sociólogo argentino que entrevisté hace un par de años. ¿La imaginación sociológica se ha transfigurado en una abigarrada necesidad de publicar? De nuevo, como sociólogo espero que no. Pero parece que en la sociología del siglo XXI el tiempo en el escritorio escribiendo artículos (los cuales seguramente muy pocas personas leerán) se ha sobrepuesto al tiempo dedicado al trabajo de campo.

La «experiencia sociológica» de la cual habla Dubet (2011) no debería caer en ese tipo de subjetividad, sino en una subjetividad que se arraiga al ethos de la sensibilidad, de la crítica y de la reflexividad. Una subjetividad que nos anime a hacer sociología para la sociedad, no para los comités editoriales. La experiencia sociológica debe construirse de manera múltiple y colectiva, debe construirse aquí, allá y acullá. Y no debe quedar capturada únicamente en el mundo de las publicaciones científicas. Como lo mencionó Lahire (2016), en muchos espacios aún persiste la creencia que los sociólogos y sociólogas somos charlatanes, y en nuestro contexto latinoamericano, aún se cree que somos guerrilleros, comunistas y que defendemos el castrochavismo, si es que tal neologismo es apenas digno de mencionar. Por ello es imprescindible que la práctica sociológica esté conectada con las múltiples realidades sociales, que el ethos sociológico se asuma como la convicción de poner de relieve las infamias, abusos y tiranías cotidianas para ponerles fin.

Hoy, que celebramos el día de la sociología en Colombia, seamos combativos desde el debate público contra esos poderes políticos que buscan acallarla. Pero también seamos reflexivos y autocríticos, no caigamos en el cientificismo aislándonos en nuestras teorías y modelos. Más allá de la sociología también hay otras experiencias que deben reivindicarse, pues como dijo Becker (2015), para hablar de la sociedad la sociología no basta. Eso quiere decir que nuestra sensibilidad sociológica debe abrirse como las mónadas de Tarde (2006) a las otras experiencias y aprender de ellas. Si realmente buscamos la solución de problemas sociales es un error creernos por encima de las colectividades sociales o darle la espalda a las otras ciencias. Para hacer sociología el escritorio no basta, por ello hay que salir a las calles, a los campos, a las fábricas, a los laboratorios, a las escuelas y a un largo etcétera. Sin multiplicidad la ciencia es lamentable, y por lo que he podido ver los escritorios no difieren mucho entre sí.

Bibliografía

Becker, Howard (2015). Para hablar de la sociedad: La sociología no basta. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.

Dubet, François (2011). La experiencia sociológica. Barcelona: Gedisa.

Fals Borda, Orlando (1973). Ciencia propia y colonialismo intelectual. Bogotá: Editorial Nuestro Tiempo.

Lahire, Bernard (2016). En defensa de la sociología. Contra el mito de que los sociólogos son unos charlatanes, justifican a los delincuentes y distorsionan la realidad. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.

Tarde, Gabriel. ([1895] 2006). Monadología y sociología. Buenos Aires: Cactus.

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