El virus, el tóxico y lo innombrable

Al principio de la crisis sanitaria de la Covid-19, habíamos señalado en este mismo espacio, al que fuimos invitados generosamente por el Instituto, que el subsecretario de Salud mexicano, Hugo López-Gatell, llegó a declarar que la “pandemia de gripe porcina” fue manejada de manera “tóxica” por los intereses de negocios que se inmiscuyeron. No fue diferente con la Covid-19, al grado que el mismo López-Gatell puede ser cuestionado.

La reciente crisis sanitaria, pese a las apariencias en sentido contrario, fue un fracaso para la ciencia -si bien la medicina se define como ciencia y arte, porque debe curar- y un éxito de negocios. En un caso como el de la Ciudad de México, las autoridades anunciaron prácticamente desde el principio que “no había solución hasta que llegara la vacuna”. La idea se propagó de tal forma que resultó por lo menos igual de contagiosa que el SARS-Cov-2. Con ello, los medios de comunicación masiva y sus “expertos” se basaron en la “medicina basada en evidencias”. Es probable que no haya nada más peligroso que una formulación de este tipo.

La evidencia estadística muestra (a partir de un registro similar al que se lleva en Estados Unidos) que la vacuna rusa Sputnik V, hecha de manera tradicional (virus inactivado), es la que por ejemplo en México tuvo menos efectos secundarios al ser aplicada, cercanos a nulos, sin ser por ello aprobada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que dio luz verde en cambio a vacunas chinas, ¡cómo no!, “patito”.

La mencionada medicina no puede explicar cómo la Covid-19 fue benigna en el país más pobre del hemisferio occidental, Haití: 857 muertes, contra 10 mil muertos de cólera introducido por soldados extranjeros hace algunos años, entre 2010 y 2019. Para comparar lo que es comparable, el Ecuador, con un número de habitantes un poco más alto que el de Haití (cerca de 12 millones contra 18 millones de ecuatorianos), tuvo en cambio cerca de 36 mil muertes, salvo que en la ciudad portuaria de Guayaquil, capital económica del país, luego de un desastre inicial -filmado y difundido- el ex alcalde social cristiano Jaime Nebot logró la importación masiva de hidroxicloroquina y azitromicina, para uso sobre todo preventivo, junto al antiparasitario Colufase. Las defunciones se desplomaron, pasando en apenas un mes (abril a mayo de 2020) de picos de hasta 460 decesos por día a uno o incluso ninguno. Y nadie filmó ni dijo nada a nivel internacional. Las autoridades ecuatorianas se apresuraron a bloquear el acceso a los medicamentos mencionados, sin tomarse la molestia de explicar lo que parecía ser una evidencia, o en todo caso prueba de algo.

Los países que usaron hidroxicloroquina tuvieron comprobadamente tasas de mortalidad inferiores a las de los que no la usaron creyéndose los falsos argumentos salidos no desde ninguna parte, sino entre otros de los partidarios de la empresa Gilead, deseosa de imponer su costosísimo Remdesivir.

También hubo muy buenos resultados con ivermectina: en la Ciudad de México, cuando la secretaria de Salud local, Oliva López, se atrevió a desobedecer a López-Gatell. Y en casos profilácticos como el del estado indio de Uttar Pradesh. Había cómo curar sin esperar a la vacuna. Pero los partidarios de la “evidencia” se apresuraron a censurar a López, independientemente de la baja en la mortalidad en la Cdmx. Uttar Pradesh también utilizó hidroxicloroquina. En septiembre de 2021, este estado indio de 241 millones de habitantes (dos tercios de la población de Estados Unidos) fue declarado libre de Covid 19, sin necesidad de vacunar. El uso profiláctico de ivermectina bajó el número de casos en 99 %. No se tomó en cuenta esta prueba en el ataque a Oliva López. En la misma India, el estado de Kerala, recurriendo a vacunas, no logró bajar los casos de Covid-19. La reacción de las autoridades indias al éxito en Uttar Pradesh (que se extendió a Delhi) …consistió en sacar al fármaco de la guía para tratamiento de la Covid-19.

Entre la Unión Europea, el Reino Unido y Estados Unidos, la vacuna de Pfizer, terapia génica de ARNm (mensajero), se llevó más de 69 mil vidas, es decir, más que los muertos estadounidenses en la guerra de Vietnam (50 mil). El informe secreto de Pfizer, sobre el corto periodo de pruebas, antes de lanzar ilegalmente al mercado un medicamento en estado experimental es terrible, pero ya no se pondrá atención. Sin embargo, hay más casos que ponen en tela de juicio las “evidencias”: en el Perú, que vacunó masivamente, la tragedia se abatió al haber más contagios y decesos después de la vacunación que antes. A principios de julio de 2022, Perú tenía tres veces más contagiados que antes de la vacunación. Después de ésta, todavía hubo un período en que se duplicó la mortalidad por la Covid 19 en el país sudamericano, pese a que fueron vacunados el 85 % de la población y el 95 % de las personas de riesgo. Tal vez deba llamar la atención que Haití se negó a recibir vacunas de ARN mensajero, al igual que algunos países africanos como Tanzania y Burundi. México, que al parecer se guió por Anthony Fauci (a cargo de la Covid-19 en la Casa Blanca), no se negó.

El caso se cerró con la idea de que el virus pasó al ser humano desde un murciélago (y tal vez vía pangolín). Se halló en Wuhan, China, el “paciente cero”, siempre que el mismo virus no haya salido de un laboratorio en China (…en Wuhan) dependiente de Estados Unidos y Fauci. No es una “evidencia”, es apenas una hipótesis sostenida por el premio Nobel de Medicina y codescubridor del VIH, Luc Montagnier. Tampoco se la ha estado buscando demasiado (y no hemos presentado aquí más que una ínfima parte de lo que desafía a la “medicina basada en evidencias”), pero lo cierto es que los efectos de la Covid-19 y de algunas vacunas son para quedarse pensando si en verdad es asunto de la Naturaleza, y no de lo que hoy se llama erróneamente “condición humana” para hacer pasar lo irresponsable por falible.

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Investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM

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