Globalización y COVID-19

Sólo para entender los grandes retos económicos que aparecerán con la Pandemia del COVID-19, vale la pena revisar el mundo de la Globalización.

La Globalización, o Mundialización, como la llaman los franceses, no es un fenómeno que hayamos podido evitar, o escapar de él, que sólo debía ser atendido por los especialistas.

Se volvió un elemento definitivo en la vida de todos.

Impactó en todos los renglones de nuestra vida.

Pero, muchas veces sabíamos muy poco de lo que sucedía.

La Globalización está ligada a las grandes migraciones de trabajadores –en nuestro caso de mexicanos a los Estados Unidos-.

Pero también tiene que ver con los países de la Europa del Este hacia el Occidente. Específicamente a los países desarrollados.

Todo esto modificó las estructuras sociales, las razas, las costumbres culturales e incluso las políticas públicas.

O sea, generó cambios profundos que impactaron a nivel de la vida familiar.

También es palpable su presencia en las telecomunicaciones. En la informática. En la generación del conocimiento. En la moda. En el consumo. En el vestido. En la conciencia cotidiana… Y en los movimientos sociales.

El mejor ejemplo de esto apareció con el grupo internacional que se conocía, paradójicamente, como los “globalifóbicos”.

La globalización tiene implicaciones económicas, jurídicas, sociales, históricas, psicológicas, antropológicas, culturales, éticas… Y hasta étnicas.

Por eso no puede haber un solo punto de vista para su análisis.

Se deben tomar en cuenta todos los diferentes ángulos de su presencia.

El ámbito jurídico

Este es un buen punto de partida ya que es a partir de este concepto que podemos saber cómo entendemos lo que es el Estado-Nación, para preguntarnos sobre los cambios que se han generado con este fenómeno.

Se renovaron los conceptos que teníamos sobre el territorio, la población, el sistema de gobierno, el sistema político, el régimen jurídico y la soberanía.

Dice el texto La “Globalización y el Estado Nacional”, publicado por el Centro de Estudios de la Globalización (CEG): “El territorio ya no puede ser considerado únicamente como el ámbito espacial de validez de las normas jurídicas… puesto que ahora trasciende las fronteras nacionales y (se) extiende aún más el ‘brazo largo’ del grupo económicamente dominante… mediante el poder de grandes empresas transnacionales, muchas de las cuales tienen más peso en la toma de decisiones dentro de la comunidad internacional que el de muchos Estados, lo que trae serias consecuencias a las soberanías nacionales”, (CEG, 2003, Cuaderno 1, p. 12).

La soberanía entendida como la posibilidad de decidir nacionalmente el rumbo que debería seguir la nación, funcionó durante mucho tiempo como una fórmula exitosa para mantener el equilibrio de los gobiernos estatales dentro de un sistema internacional.

Sin embargo, esto ya no es igual.

Las políticas económicas, sociales, energéticas o de desarrollo de infraestructura, ya no son decididas libre y aisladamente por los gobiernos locales.

Deben ser compatibles con las exigencias de todo el sistema económico internacional.

Todo este entorno le dio un nuevo sentido a las instituciones nacionales (muy complejo de mantener en equilibrio) para responder a las crecientes demandas de grupos sociales, empresarios, inversionistas y trabajadores globales.

Resulta claro pensar que la Constitución Mexicana está dedicada a proteger las garantías individuales de todos y cada uno de nosotros y que los asuntos de interés nacional no pueden quedar sujetos a los caprichos de un gobernante.

O, peor aún, a razones y presiones económicas externas por parte de otros gobiernos… O de las instituciones financieras internacionales.

Ese es uno de los problemas no resueltos todavía.

¿Cómo mantener un Estado capaz de salvaguardar el orden interno frente a las crecientes presiones del exterior?

Necesitamos de un Estado de Derecho sólido, moderno, que proteja los intereses nacionales.

El cual, en México, es sumamente frágil y vulnerable y no puede responder a esta demanda.

¿Resultado?: Globalización uno, México cero.

El ámbito político

Con el fin de la Guerra Fría y la caída del Muro de Berlín en 1989, el mundo cambió radicalmente para ubicar sólo un paradigma económico: el Capitalista.

Todos los Estados se adaptaron velozmente para ser competitivos.

A partir de los años 90, se celebraron innumerables alianzas comerciales atendiendo a la ubicación geográfica.

Así surgieron, entre otros: el GATT (Acuerdo General sobre Comercio y Aranceles en español), el Pacto Andino, la Unión Europea y los Tratados de Libre Comercio.

Sin embargo, estos acuerdos, lejos de uniformar a integrar a todos, pusieron en evidencia la desigualdad de las naciones.

Es imposible hablar de igualdad con niveles tan distintos de desarrollo.

Son estas diferencias las que impiden a los países del Tercer Mundo aportar algo al juego de la globalidad.

No sólo les es imposible integrarse, sino que se alejan, cada vez más, del anunciado progreso económico.

La guerra y el terrorismo cambiaron sus métodos tradicionales en su búsqueda por convertir una agresión en causa común de la humanidad.

La guerra es justa, sólo cuando se inicia por el grupo dominante.

¿Resultado?: Globalización dos, México cero.

Otras áreas globales

Habría otras áreas, como la Tecnología, que tienen un peso decisivo.

Las computadoras se transformaron en la principal herramienta homogeneizadora… ¡Y ni hablar de los teléfonos celulares!

Todo eso está concentrado en las grandes Empresas Transnacionales Informáticas.

La globalización hizo que se uniformen los gustos, las costumbres, los consumos, la cultura y hasta el idioma.

¿Resultado?: Globalización tres, México cero.

¿Cómo cambiará esta realidad con el Coronavirus?

Comentarios: Facebook Héctor Castillo Berthier / Email berthier@unam.mx

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Investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM.

Email: berthier@unam.mx

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