La realidad se hace real cuando la sentimos

“… ya sabemos que nuestro cerebro es el principal responsable de crearnos una realidad subjetiva, sujeta a nuestros sesgos y modelos mentales, que puede adaptarse y modificarse según lo que requerimos de él. Pero, y ¿las emociones que sentimos? ¿Dónde quedan?”

Adrián Solca.1

Claro que sentimos… ¿qué sentimos?

Las preguntas de Solca apuntan a lo que sabemos de las emociones, de dónde vienen, para que sirven, si queremos entender qué las causa o si nos interesa entender lo que siente alguien más. En este sentido, si la propuesta del “pronóstico afectivo” o predicción de un estado emocional a la que se refiere, es interesante, hay una multiplicidad de enfoques y aplicaciones prácticas que la amplifican socialmente.

Es evidente que la predicción afectiva en lo futuro es objeto de psicólogos, mercadólogos, economistas y de otros profesionistas dedicados al estudio, intervención y manejo directo de las sensibilidades. Sin embargo, lo que siente cada quien o lo que sentimos clasificados socialmente, importa más allá de las influencias que se ejercen o se pueden efectuar para influir en preferencias, decisiones, comportamientos.

Las amplias aplicaciones prácticas de estos conocimientos, aún muy superficialmente desarrollados, encuentran restricciones en el enfoque utilitario de las sensibilidades que, desde estudios de las preferencias y conductas del consumidor, no pueden comprender y por lo general tampoco les interesa, abundar en causas y consecuencias sociales más allá de la efectividad en las curvas de ventas, la reestructura productiva, los márgenes de ganancia, etcétera.

Si el marketing se ha demostrado cada vez más eficaz en los negocios y las comunicaciones, no deja de estudiar las sensibilidades desde el marco práctico del consumidor y desde el interés de la rentabilidad. Sin duda que sus avances son notables, quizá una punta de lanza de los avances científicos y aplicaciones de la psicología. Aun así, el consumo y los consumidores sólo son una parte del universo de las sensibilidades sociales.

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Sentimos con todo el cuerpo-emoción, de esta manera la “realidad” se hace “verdaderamente real”. Aproximarse al sentir, sintiendo o pensando, como lo hace el cuerpo humano, puede sugerirse con la idea de una corriente de estímulos que se conduce a través del cuerpo-emoción (teniendo en cuenta que nuestro cuerpo no existe sin sentir y que las emociones humanas son imposibles sin los cuerpos que las sientan). Mediante procesos como éstos, se traducen las vibraciones, la luz, el calor y las interacciones con otros compuestos materiales e incluso con sus reacciones químicas, se trasladan o se vuelven sensaciones auditivas, olfativas, visuales, gustativas o táctiles y todas ellas combinadas.

Aquello que se siente, es lo que realmente se conoce, mejor aún, se aprende. Según se interprete lo sucedido de acuerdo con la manera cómo sea valorada esa particular estimulación de la experiencia-circunstancia-reacciones lo aprendido, luego, se almacena en la memoria y se interpreta a través de los recuerdos de las experiencias acumuladas, los cuales pueden ser clasificados en positivos, negativos o neutros, según los sentimientos que se hayan tenido, registrado y comparado.

Al requerirse respuestas del cuerpo-emoción, los recuerdos se evocan para expresar respuestas a partir de actos, razones y emociones parecidos, los cuales son elementos primarios que una persona utiliza para comunicarse socialmente, porque el intercambiar experiencias a través de cualquier medio e institución nos constituye sujetos sociales, dotados de capacidades intersubjetivas y personales.

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Así, de este modo, al tomar en cuenta que “cada persona es un mundo” surgen las preguntas ¿cómo saber qué siente cada uno?, ¿se pueden entender las emociones de alguien más?, ¿cómo interpretamos las emociones detrás de cada acto y razón? o ¿qué implicaciones sociales se derivan de las emociones, de su libre flujo control o (y) su represión?

Como la compenetración de los cuerpos-emociones de los diversos sujetos sociales, es clave de la convivencialidad que concreta los sentimientos atrás de estas inquietudes, no es posible dejar de contemplarlos en las más diversas escalas históricas y geográficas de la interacción humana. Así puede sugerirse que, para intentar superar la ignorancia, intención auto alienadora aceptada con dejadez como desconexión e incomprensión de lo que se siente, habría que trabajar con las condiciones de provocan (in)estabilidad emocional.

El sufrimiento provocado por las extremas desigualdades sociales de la época -acentuadas con la pandemia-, hace más necesarias prácticas y perspectivas transformadoras, realmente reconstituyentes de las sensibilidades. Hace falta una perspectiva rigurosa capaz de captar las sensibilidades con amplia objetividad para que sus predicciones sirvan de manera previsora para anticipar e intervenir en los posibles cursos de acción que animan reacciones y respuestas colectivas.

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En medio de relaciones sociales capitalistas, inevitablemente de dominación y resistencia, las condiciones materiales de la economía que resultan involuntarias para el sujeto son sobre determinadas constantemente por sus actos y razones voluntarios, así sean inconscientes. En este marco cada barrera cultural, cada elemento excluyente y diferencial, engloba estilos de vida, la misma evolución de la relación de clase con que se marcan a cada momento, los innumerables sentires puestos en juego.

En estas condiciones, el equilibrio podría ser entendido como un recurso cultural que mediante el silencio nos dota de paz emocional, de algo así como de orden en nuestro pensamiento. Sin embargo, la dinámica social no funciona así, ya que las emociones son códigos que comunican y, como tales, sirven para motivar la apreciación del entorno y aprovecharle. Estas enormes tensiones sociales hacen que la vida social se mueva en un constante estado de contradicción, bastante confuso.

En esta arena de conflicto, las emociones juegan un papel muy importante en nuestras decisiones, tanto individuales como colectivas, debido a que son códigos que pueden traspasar las barreras socioculturales que anteriormente mencionamos. Así, forjar terceras identidades (Castoriadis, 1986) aunque sea intersticialmente, deja ser muy evidente campo de luchas y resolución de las sensibilidades.

Transformaciones emocionales que, con distintos grados de empatía o compasión, incluso pragmáticamente, sugieren otras posibilidades que rebasan la lucha por el poder puesta de manifiesto en cualquier clasificación social de las diferencias. Emociones que conservan, alteran o trascienden la convergencia-divergencia social, abren paso a otras interrelaciones complejas de confianza, reciprocidad, mutualidad, asociadas con intereses de la comunidad y de la vida cívica.

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Una estrategia de emancipación colectiva adoptada -aun inconscientemente en la coyuntura fatal, mundial que se vive-, incorpora el sentir atenta de las emociones de los otros. Quizá sea el sentido del oído el más rescatado, porque se descubre que: “Oír es precioso para el que escucha/Oír es recibir, escuchar es interpretar/Oyes con los oídos, escuchas con la mente/Oír es involuntario, escuchar es deliberado/Oír es natural, escuchar es aprendido” (Romero, 2017:1). Sensibilidad a la voz, como al silencio y a la soledad, aumenta la apreciación de lo que nos constituye. Tú y el Otro resultan vitales.

Puede cerrarse esta reflexión del sentir humano, volviendo a la idea de que emociones y sensaciones se conducen a través del cuerpo. El cual, entre varias múltiples funciones nos faculta a las personas a experimentar vibraciones, luz, calor e interacciones con otros compuestos materiales y sus reacciones fisicoquímicas, a traducirlas en sensaciones auditivas, olfativas, visuales, gustativas y táctiles. Experimentar lo que se siente, no solamente es reacción estimulo respuesta, también es un accionar que se vuelve algo intencional, cultivado e intencionado selectivamente, pero, junto con los demás.

De este modo, renovar cosas en lo puramente afectivo invita a reiterar políticas sensibles que dictan que así se siente y de esta manera, hacen aceptable que así se hace. Esta sensibilidad no puede dejar de ser paralelamente un reapropiarse de capacidades creativas, de modificar la sensación como un acto de emanciparnos. Sobre todo, desde sentimientos de rebeldía que a cualquier edad buscan algo más, mejor, distinto de lo que priva de libertades de ser y sentir.

Las cosas cambian, por más que se insista en el mutismo, se quieran impedir las desembocaduras del sonar, la tensión de construir algo para mañana, es posible porque las estamos escuchando nuevas, desde ahora. El futuro tiene un sonido centro que parece como que surgiera de algo para expandirse. Como una onda, demuestra que inevitablemente hay conexiones entre objetos, frecuencias, ondas que vienen de otros lados, se cruzan y se expanden.

La realidad física ahí está, solo que se hace más real cuando la sentimos

Cierto que por ahora las posibilidades de alcanzar un sonido con fuerzas que no las tienes a la mano hace que sigamos muy quietos y en silencio. Aun así, el recurso colectivo que sí tenemos son precisamente las otras personas, las sensibilidades compartidas empática y compasivamente, otros lados que sentir, lugares del silencio, que llegan hasta nosotros portadores de otros significados y de otras tecnologías sentidas más que como herramientas y máquinas, externas, como dispositivos y disposiciones que animan el actuar (Fernando Lomelí, 2021).

Si sentir es como una sospecha, pero algo tan evidente que no requiere explicación, porque se queda abierto, al intentar darse cuenta del sentir, las cosas cambian un poco: lo que se siente con “el rabillo del ojo”, el gusto de un buen taco, la carcajada no es evidentemente comprensible. Se intenta descomponer estímulos, clasificar preferencias y sin duda que las políticas de las sensibilidades se manejan con relativo éxito.

Aun en medio de estas condiciones, prácticas de resignificación de nuestras sensibilidades sociales, empiezan a dejar ser una silenciada facultad colectiva, para convertirse en algo que trabajar, a lo que estar dispuesto a dedicarle tiempo para entendernos mejor. Lo que es posible y alentador es que ya sin las reducciones emotivas y sensoriales imperantes en las percepciones sociales, gran parte de las limitaciones que sacuden al mundo podrían dejar de tener sentido.


1 Solca Adrián (2021). “¿Qué son las emociones? Por qué sentimos lo que sentimos”, El Solcast, mayo, número 20. Disponible en <https://adriansolca.medium.com/qu%C3%A9-son-las-emociones-por-qu%C3%A9-sentimos-lo-que-sentimos-12a4e5fc0b8e> (consulta: 28 de agosto de 2021).

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Investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM

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