Becario Posdoctoral del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM
I

Una mano automática se mueve y una pieza del ajedrez avanza “mágicamente”. Una tras otra las partidas las ganaba siempre esta proeza de la mente humana. No obstante, en su interior se escondía un secreto, el cual no se revelaría sino hasta más de un siglo después. El Turco era una famosa estructura que se pensaba era un autómata el cual jugaba al ajedrez. Fue construida por Wolfgang von Kempelen (1734-1803) en el año de 1769. Estaba conformada por una cabina de madera, con un maniquí vestido con túnica y turbante. La cabina tenía puertas que una vez abiertas mostraban un mecanismo de relojería y cuando se hallaba activado era capaz de jugar una partida de ajedrez contra un jugador humano a un alto nivel. Pero, la cabina y su parafernalia era una ilusión óptica bien planteada que permitía a un maestro del ajedrez de baja estatura esconderse en su interior y operar el maniquí, gracias a que los ojos del maniquí enviaban al maestro del ajedrez las posiciones de las piezas del tablero por medio de espejos. En el mismo siglo XVIII el artista Joseph Racknitz (del Sacro Imperio Germánico), plasmó cómo podría ser este maniquí llamado años después: la Máquina Turca.
II

Nos trasladamos en el tiempo casi dos siglos, ahora nos encontramos en Palo Alto California, en la meca de las Big Tech, Silicon Valley. Una mujer de mediana edad, antropóloga de formación y especialista en innovación tecnológica por azares del destino, junto a un programador renombrado, escriben un texto revelador y que en poco tiempo se convertiría en un best seller: Ghost Work. Cómo impedir que Silicon Valley construya una nueva subclase global. Mary L. Gray no es una antropóloga que podríamos llamar de “tradicional”, ella trabaja en el Microsoft Research como investigadora y preside el Comité Asesor de Ética en la compañía. También es miembro del Centro Berkman Klein para Internet y la Sociedad de la Universidad de Harvard, paralelamente es profesora y miembro del Comité Permanente de la Universidad de Stanford para su proyecto AI100, encargado de reflexionar sobre el futuro de la Inteligencia Artificial (IA). Su compañero y amigo Siddharth Suri, programador o como él se considera así mismo un “informático social” también trabaja desde varios años en Microsoft Research. Juntos realizaron una investigación etnográfica sobre lo que se han denominado las fábricas modernas. Su interés por realizar esta obra nació cuando se percataron que no tenían ni idea de quienes conforman esa masa gigantesca de personas, que pasan horas y horas detrás de sus computadoras en labores que no están catalogadas y que no pertenecen a ningún lugar en específico. En su etnografía examinaron el impacto de la automatización en el futuro del trabajo a través de las experiencias de los trabajadores de la economía online bajo demanda (la denominada Gig Economy), a menudo caracterizada por largas jornadas de trabajo mal pagadas, que carece de leyes laborales asociadas y de beneficios sociales: el trabajo “fantasma”.
III

Turkin se le han llamado a las tareas sumamente sencillas, rutinarias y monótonas como el etiquetar, moderar, comentar, traducir, clasificar, responder o rankear publicaciones y contenidos. Todas ellas, están englobadas en lo que para algunos se puede considerar como trabajos de “computación humana”1: trabajos que empiezan y terminan online y que realizan cualquier tipo de tarea que pueda ser administrada, procesada, efectuada y pagada en línea. Las interfaces de etiquetado de datos han evolucionado tanto hasta el punto de tratar muchas veces a este tipo de trabajadores como máquinas, a menudo asignándoles tareas altamente repetitivas, vigilando sus movimientos y penalizando las desviaciones mediante herramientas automatizadas. Según Gray y Suri esta forma de trabajo, aún por clasificar, no es intrínsecamente buena ni mala, sin embargo, el problema radica en que podría hacer invisible la labor de cientos de millones de personas, y que mientras sigan a la sombra, sin definición y ocultos a los consumidores, carecerán de derechos.
Bajo esta premisa y con una promesa de mayor “flexibilidad” en el uso del tiempo personal de los trabajadores a distancia, la empresa global Amazon ha implementado desde hace un par de años su plataforma llamada Mechanical Turk2(¿recuerdan al “autómata”, la Máquina Turca de la que les hablé párrafos más arriba?), podemos pensar que nada es casualidad en la elección del nombre que Amazon propuso para su plataforma de trabajo remoto.
“Esto será más trabajo, pero cada vez mucho peor”, afirmaron categóricamente Gray y Suri sobre este tipo de “nuevo” trabajo fantasma y a la sombra; al mismo tiempo, para dichos autores su libro buscó romper con la línea de pensamiento que asegura que las máquinas reemplazarán a los humanos en el trabajo y que la automatización destruirá el empleo: esto es lo que ellos llaman la paradoja de la última milla de automatización “la gran paradoja de la automatización es que el deseo de eliminar el trabajo humano [ahora apoyado fuertemente por la IA] siempre genera nuevas tareas para los humanos”.
IV
Amazon por su parte, llama HIT (Tareas de Inteligencia Humana en español), a estos trabajos por encargo. Para ser candidato o candidata a estos trabajos debes mostrar ciertas “cualificaciones”. Pero, este término no se relaciona con las habilidades (cognitivas, manuales, intelectuales, etc.), en el mundo de MTurk, las cualificaciones pueden ser aspectos como la edad, el sexo y muy especialmente la ubicación del trabajador@. La empresa afirma tener 500 000 trabajadores registrados en su modelo MTurk, y si aplicamos esta lógica a todas las plataformas bajo demanda, podrían existir potencialmente millones de empleos a tiempo completo en la sombra del trabajo fantasma.

Por si no fuera suficiente, a toda esta situación de opacidad y precariedad, encontramos otro aspecto sumamente alarmante en la historia
detrás de una serie de documentos internos de la empresa Amazon. La historia narra la filtración de documentos clasificados por parte de ex empleados de la empresa, en dichos documentos se decía que altos directivos les aseguraban a sus accionistas que un buen número de sus procesos de Turkin estaban siendo realizados solamente por agentes basados en Inteligencia Artificial, hecho que después se supo era mentira y que no solo no estaba sucediendo, sino que incluso, no estaba nada cercana a la realidad de la empresa. Esta filtración de documentos puso en entredicho uno de los mantras de las grandes empresas autodenominadas de AI First (Inteligencia Artificial Primero), como la propia Amazon en el cual se prioriza fuertemente la digitalización y automatización de sus procesos “a toda costa y cueste lo que cueste”.
V
En el nuevo mundo laboral en la cadena de montaje digital global, las personas son el pequeño engranaje de esta enorme maquinaria. Así, en el mainstream de la cultura pop, la idea de máquinas superinteligentes (Hall 900, el T-800, TARS o Samantha)3 con su propia agencia y poder de decisión, no solo está lejos de la realidad, sino que nos distrae de los riesgos potenciales reales para las vidas humanas que rodean la implementación de los sistemas de IA. Mientras que el público, estamos distraídos por la promesa de máquinas conscientes inexistentes, un ejército de trabajadores precarios soportan los supuestos logros de los sistemas de Inteligencia Artificial actuales: “[…] lejos de las sofisticadas máquinas conscientes que se presentan en los medios y la cultura pop, los llamados sistemas de IA se alimentan de millones de trabajadores mal pagados en todo el mundo, que realizan tareas repetitivas en condiciones laborales precarias. Y a diferencia de los investigadores de IA que cobran salarios millonarios en las corporaciones de Silicon Valley, estos trabajadores explotados suelen ser reclutados en poblaciones empobrecidas y reciben salarios de tan solo 1,46 dólares”4. En otras palabras, todo un ejército industrial de reserva global, al estilo del pensamiento de Marx: desposeído y listo para trabajar cuando se le sea asignado.
El trabajo fantasma que han descrito los especialistas no muestra signos aparentes de declive, lamentablemente. Más bien, se estará constituyendo en los próximos años como una de las formas principales de extracción global y precarización, posiblemente una forma de división internacional del trabajo para la cual considero personalmente no estamos preparados, ni ética, ni legislativamente como sociedad. En el año 2006, el matemático británico Clive Humby acuñó una famosa frase que ha sido repetida incesantemente “los datos son el nuevo petróleo”, por lo que bajo esta nueva configuración, las nuevas refinerías planetarias podremos encontrarlas en “cualquier hogar” del mundo, las 24 horas al día los 7 días de la semana, los 365 días del año.
Notas
1https://www.xataka.com/robotica-e-ia/falacia-destruccion-empleo-investigadora-microsoft-mary-gray-trabajo-no-desaparece-se-precariza
2https://www.fastcompany.com/90349046/what-its-really-like-to-be-one-of-the-ghost-workers-on-amazons-mechanical-turk
3 Ejemplos de Hollywood de inteligencias artificiales avanzadas (2001: A Space Odyssey, Terminator, Interstellar y Her)
4 https://www.noemamag.com/the-exploited-labor-behind-artificial-intelligence/