
La semana del 11 al 13 de junio de 2025, algo extraordinario resonó en los espacios virtuales de la Universidad Nacional Autónoma de México. No fue una conferencia científica tradicional ni un encuentro humanista al uso. Fue el 2° Congreso Internacional de Estudios Críticos Animales, organizado por el Seminario Permanente de Estudios Críticos Animales (ECA-UNAM) y el Instituto Latinoamericano de Estudios Críticos Animales (ILECA), un evento que puso sobre la mesa una pregunta incómoda y urgente: ¿qué lugar ocupan realmente los animales no humanos en nuestro mundo, en nuestras leyes, en nuestra ética y en nuestro corazón?
Imaginen un espacio donde profesionales de la filosofía, la biología, la geografía, la medicina veterinaria, juristas, artistas, educadores y activistas de toda América Latina y Europa se reunieron durante tres intensos días para desmenuzar, criticar y replantear nuestra relación con las demás especies. Eso fue este congreso: un hervidero de ideas que trascendió lo académico para convertirse en un llamado colectivo a la reflexión profunda.
Un comienzo con peso institucional y preguntas incómodas
El miércoles 11 arrancó con un acto de inauguración que dejó claro el respaldo institucional. Autoridades de entidades clave de la UNAM —las facultades de Medicina Veterinaria y Zootecnia, Ciencias y Filosofía y Letras, y los institutos de Geografía, Investigaciones Sociales e Investigaciones Filosóficas—, así como representantes del ECA-UNAM y del ILECA dieron su aval, señalando que la cuestión animal ya no es un tema marginal, sino una preocupación transversal. Pero el tono lo marcó rápidamente la primera Conferencia Magistral. Fabiola Leyton Donoso, desde la Universidad de Barcelona, lanzó un dardo directo al futuro con su ponencia: “Vigilar o liberar. Ética, inteligencia artificial y animales no humanos”. ¿Cómo afectarán las nuevas tecnologías, la vigilancia masiva y la inteligencia artificial a los animales? ¿Serán herramientas de control o de liberación? Una pregunta que resonó como advertencia a lo largo del congreso.
Las primeras mesas de trabajo demostraron la increíble amplitud del campo. En la Mesa 1: Especismo, biopoder y discriminación, Lorena Jiménez y Beatriz Vanda (UNAM) presentaron un “violentómetro especista”, una herramienta escalofriante para medir la violencia cotidiana contra los animales, mostrando cómo el maltrato está normalizado y graduado en nuestra sociedad. Mientras tanto, en la Mesa 2: Interseccionalidad, Susana Cruz y Ángeles Cancino plantearon una pregunta que generó intensos debates: “¿Es un exceso ocuparse de la opresión hacia los otros animales mientras seguimos combatiendo la opresión hacia las mujeres?”. La respuesta no fue unánime, pero la discusión evidenció que las luchas contra distintas formas de opresión no pueden entenderse de forma aislada.
Quizás una de las miradas más reveladoras vino de la Mesa 3: Zoopolis: relaciones humano-animales en contextos urbanos. Aquí se habló de las verdaderas “ciudadanas invisibles”: las palomas. Cristina Sánchez Padrón (Univ. de Las Palmas) nos obligó a mirar a estos animales comunes con otros ojos, y cuestionar por qué los tratamos como plagas en lugar de reconocer su derecho a habitar la ciudad. E Isaac Zaragoza (UNAM), por ejemplo, profundizó en cómo el urbanismo crea espacios excluyentes especistas, y también invitó a deconstruir el concepto de plaga.
La tarde del miércoles profundizó en temas cruciales y prácticos. La Mesa 4: Bienestar animal y legislación evidenció las grietas en nuestras leyes. Marco Aurelio Núñez (Univ. Internacional de Aguascalientes) planteó el angustiante dilema de la “eutanasia conductual” —¿cuándo es ético sacrificar a un animal por problemas de comportamiento? — mientras que Fabiola Villela y Ángeles Cancino (UNAM) expusieron las omisiones y ambigüedades de la reciente reforma constitucional de bienestar animal en México. Un punto álgido fue la ponencia de Steven Navarrete (UAM), quien argumentó históricamente cómo las leyes contra el maltrato animal en Latinoamérica, lejos de ser progresistas, a menudo sirvieron para consolidar el orden republicano y los valores antropocéntricos.
Paralelamente, la Mesa 5: Animales, ambiente, desastres y Antropoceno nos recordó que la crisis climática y ecológica es también una crisis animal. Ricardo Sámano e Iría Murado hablaron del inmenso sufrimiento animal causado por “desastres naturales” (incendios, inundaciones, sequías), a menudo ignorado en los planes de emergencia. María del Carmen Valle Lira (UNAM) y Ericka Fosado (UNAM) insistieron en que no habrá justicia ambiental sin justicia interespecie. La pregunta fue clara: ¿por qué los animales son siempre las víctimas invisibles de los desastres que nosotros mismos potenciamos?
La Mesa 6: Animales silvestres en cautiverio puso el dedo en la llaga de zoológicos, acuarios y centros de conservación. Tatiana Balbontín (Univ. Nac. de Córdoba) cuestionó desde la experiencia del vínculo animal-cuidador si realmente los animales quieren ser trasladados entre zoológicos, y desafió la narrativa del bienestar en cautiverio. Alicia Lobato (Universidad del Valle de México) y Susana Cruz (Naturaleza Animal/APASDEM) presentaron un análisis sobre la situación del ardillón de las rocas en la Reserva del Pedregal de San Ángel, ubicada dentro de Ciudad Universitaria en la CDMX. Y Yolanda Alaniz Pasini, experta en mamíferos marinos, denunció sin tapujos el sufrimiento animal inherente al turismo con delfines cautivos, una actividad disfrazada de recreación educativa.
Por la tarde del miércoles, se abrieron dos reflexiones profundas y necesarias sobre la vida no humana. En primer lugar, se cruzaron historias, conceptos y emociones para pensar el lugar de los animales no humanos en un mundo atravesado por crisis ecológicas. María Paulina Sandoval (U. Nacional de Colombia) nos llevó a una etnografía íntima sobre el cuidado entre especies, mostrando que en medio del desastre hay vínculos que resisten, se reinventan y cuidan. Juliana Granados (UNAM) propuso una mirada política sobre los animales frente al cambio climático, planteando que ya no basta con protegerlos: es hora de reconocerlos como agentes con voz en los debates ambientales. Finalmente, Juliana Barberi y Juan Camilo Jaramillo, desde Colombia, nos confrontaron con la bioxenofobia, ese nacionalismo verde que decide qué especie puede vivir y cuál debe ser erradicada, otra cara del especismo moderno. Fue una mesa que no solo pensó el Antropoceno, sino que lo sintió, lo habitó y lo cuestionó desde una perspectiva profundamente interespecie
Por otro lado, también se presentó una mesa que reflexionó sobre los seres encerrados tras los discursos de conservación, espectáculo y regulación. Matías Lamberti (Universidad de Buenos Aires) problematizó cómo la biología de la conservación transforma a los animales en categorías abstractas —el animal-especie—, donde lo que se conserva no es la vida concreta, sino una idea que justifica el encierro. Brenda Martínez y Tania Luna (UNAM) nos invitaron a repensar los delfinarios desde el arte y la geografía crítica, mostrando cómo los programas de nado con delfines se sostienen en representaciones visuales que romantizan la dominación. Finalmente, Patricia Frías y Gustavo Ortiz (UNAM) expusieron cifras alarmantes sobre el decomiso de fauna silvestre viva en México, y revelaron una crisis poco visibilizada que pone en jaque la efectividad de las políticas ambientales. En conjunto, la mesa nos dejó una pregunta incómoda: ¿a quién sirve realmente la idea de proteger cuando se traduce en encierro?
Repensar los cimientos de la filosofía, la educación y el arte
El jueves 12 profundizó en las bases conceptuales y las herramientas para el cambio. Las mesas sobre Filosofía y animales fueron un hervidero de ideas. Sergio Chaparro (Univ. Nac. de Colombia) propuso un diálogo crítico entre el materialismo histórico y la liberación animal, mientras que Luis Reyes y Ricardo Vega (UNAM) debatieron sobre los derechos morales de los animales y el polémico argumento de los casos marginales —¿por qué concedemos derechos a humanos vulnerables, pero no a animales con capacidades similares? —.
Pero quizás la revolución más tangible se gestó en las mesas sobre Animales en la enseñanza e investigación. Aquí, un equipo liderado recurrentemente por Ángeles Cancino (UNAM) presentó una batería de proyectos innovadores: prototipos anatómicos 3D hiper-realistas de conejos, ranas, iguanas y gallinas para reemplazar el uso de animales vivos en prácticas docentes de biología y veterinaria. Miguel Zapata (UNAM) planteó las “3 Rs” ampliadas: no solo Reducción, Refinamiento y Reemplazo, sino también Rechazo, Respeto y Responsabilidad. Antonio Ortiz (UNAM) apuntó aún más lejos, al imaginar una ciencia post-especista basada en la ingeniería de tejidos. Estas propuestas no son solo técnicas; son un cambio de paradigma ético en la formación de futuros científicos.
El arte y la cultura no se quedaron atrás como herramientas de crítica y transformación. En la Mesa 12 y 15: Representación de los animales en la cultura y las artes, Sergio Rosas-Romero (Univ. de Salamanca) analizó la explotación neocolonial reflejada en la novela argentina Roque Larraquy, e Ingrid Naish (Univ. Nac. de Córdoba) deconstruyó cómo los medios de comunicación refuerzan visualmente la jerarquía humano-animal. Por su parte, Mónica Cragnolini (Univ. de Buenos Aires) ofreció una conmovedora Conferencia Magistral titulada “Reliquias del alma (animal) perdidas”, e invitó a recuperar una conexión emocional y espiritual con lo animal que la modernidad ha erosionado.
La educación como herramienta de transformación ética tuvo un espacio protagónico en la Mesa 17: Animales en la enseñanza e investigación, donde se cuestionaron prácticas académicas arraigadas. Rebeca Pérez (UNAM) desafió los paradigmas de la educación biomédica, y propuso nuevos enfoques ante los dilemas contemporáneos. Mientras, el equipo de Victoria Escalante, Elizabeth Téllez y Beatriz Vanda (UNAM) realizó un contundente análisis bioético sobre la colecta de fauna silvestre para prácticas de campo en biología, al exponer las tensiones entre la docencia y el respeto a la vida. Mariana Poleth Reyes (Radix Educación) presentó una innovadora intervención pedagógica basada en el pensamiento crítico para integrar la ética animal en las aulas, y Raúl García (UNAM) cerró con un llamado urgente a desarrollar una pedagogía animal crítica que enfrente las lógicas depredadoras del Capitaloceno. Juntas, estas ponencias tejieron un mapa de ruta para descolonizar la academia: no basta con estudiar a los animales, debemos repensar cómo aprendemos con y frente a ellos.
Veganismo, carnismo y el desafío de (re)construir nuevas relaciones
El viernes 13 fue el día de las propuestas concretas y los desafíos sociales más espinosos. El Simposio Especial sobre Filosofía de la animalidad en la cultura latinoamericana, coordinado por Elías Chain, fue una inmersión profunda en cómo el colonialismo, el capitalismo (o Capitaloceno) y una violencia estructural “hematohonocentrista” —centrada en la sangre y lo humano—, han configurado nuestra relación depredadora con lo animal en la región.
Las mesas sobre Veganismo (Mesa 20) y la Reflexión socioespacial del carnismo (Mesa 23) fueron de las más concurridas y polémicas. Juan José Ponce (Univ. Autónoma de Madrid) habló de veganismos populares y decoloniales, y desmontó la idea de que el veganismo es solo para élites blancas. Leticia Flores y Mayahuel Mojarro (UNAM) lanzaron la provocadora pregunta: “¿Deberían ser las feministas también veganas?”, y exploraron los cruces entre la opresión patriarcal y la especista. David Varela (UNAM) analizó el proyecto cárnico de la felicidad y el especismo silente que lo sostiene, mientras que Jafet Quintero (UNAM) abordó el machismo que enfrentan los hombres veganos, estigmatizados como raritos o soyboys. Álvaro López y Antonio Ortiz (UNAM) llevaron la crítica al terreno de lo cotidiano y lo patrimonial, al analizar el sistema carnista de cerdos en la gastronomía turística de la CDMX desde una perspectiva zooética.
Paralelamente, el Simposio Especial: Encuentros entre animalidad y discapacidad (Mesa 21) ofreció perspectivas revolucionarias. Diana Vite (CLACSO), Martina Davidson y Anahi González (Revista LECA), Berenice Vargas (UAM), David Varela (UNAM) y Dawn Prince-Hughes (Yale) tejieron conexiones profundas entre el capacitismo —discriminación contra personas con discapacidad— y el especismo. Mostraron cómo cuerpos diferentes —humanos y no humanos— son medicalizados, controlados y excluidos por sistemas de poder similares, y cómo las alianzas crip —término reivindicado desde la discapacidad— y neurodivergentes pueden abrazar la animalidad como forma de resistencia y conexión. Fue una de las muestras más claras de cómo la liberación animal es parte de una lucha más amplia por la justicia para todos los cuerpos oprimidos.
Un cierre con el ruido del océano y la lucha por una ciencia post-especista
El congreso no podía terminar con una nota más poderosa. La última Conferencia Magistral estuvo a cargo de Yolanda Alaniz Pasini, experta en conservación de mamíferos marinos. Su charla, “Ruido intraoceánico antropogénico y su impacto en ballenas”, fue un recordatorio estremecedor de cómo nuestra contaminación acústica —barcos, sonares, exploración sísmica— está destrozando la vida y la comunicación de estos gigantes inteligentes y sensibles en sus propios hábitats. Un eco perfecto de la pregunta inicial de Fabiola Leyton sobre tecnología y control, pero llevada a las profundidades marinas.
La Ceremonia de Clausura, liderada por Ángeles Cancino Rodezno, Leticia Flores Farfán, Gustavo Ortiz Millán, Álvaro López López y Jafet Quintero Venegas no fue solo un formalismo. Fue la confirmación de que este Congreso no es un evento aislado, sino un nodo en una red creciente y vibrante de pensamiento y activismo antiespecista en Latinoamérica. Además, que la Q.F.B. Rebeca Pérez Flores presentó la Declaración de la Ciudad de México por una Ciencia Post-Antipecista que fue muy bien recibida por la comunidad. Así, el 2° Congreso Internacional de Estudios Críticos Animales de la UNAM fue mucho más que una sucesión de ponencias. Fue un espacio donde se desafiaron dogmas, se tejieron alianzas inesperadas (entre filosofía y biología, entre arte y derecho, entre discapacidad y liberación animal) y se plantearon soluciones concretas.
El Congreso demostró que los Estudios Críticos Animales no son una moda, sino un campo académico robusto, interdisciplinario y profundamente comprometido con la justicia. Lo más importante es que este congreso, con su diversidad de voces y su enfoque latinoamericano, dejó claro que la reflexión sobre nuestra relación con los animales no es un lujo intelectual. Es una cuestión central para enfrentar la crisis ecológica, construir sociedades más justas y, en última instancia, redefinir lo que significa ser humano en un planeta que compartimos con incontables otras formas de vida sintientes.
Investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM
Un congreso multidisciplinar que estuvo fantástico. Todo quedó además grabado lo que constituye un insumo invaluable tanto para alumnos como para profesores. Muchas gracias ECA-UNAM, ILECA y el Instituto de Geografía por organizar un evento de esta categoría. Esperamos un evento presencial (o híbrido) en el futuro para poder intercambiar ideas y experiencias en persona con colegas y estudiantes. ¡Enhorabuena¡