Ciudades cosmopolitas contemporáneas y ciudades antiguas de habitación continua

Investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM

Ciudades cosmopolitas contemporáneas y ciudades antiguas de una habitación continua hasta la fecha sugieren que, si bien es posible insistir en las dificultades de la extraña colusión contemporánea del poder político, que podría sugerir una multipolaridad cooperativa que ya dejaría atrás lo históricamente experimentado hasta ahora, más bien subsiste: la privación de derechos y violencia, el endurecimiento de las ciudades y de cualquiera de sus fronteras, el rechazo a la migración, la negación del cambio climático y el aumento de la explotación irracional de los recursos, así como una infinidad de aspectos devastadores de la vida y desalentadores de la cooperación social.

Sin embargo, según Walker et al. (2018), en este contexto, que ve reducirse los anhelos de otra época mejor por causa de la devastación financiera del planeta, podría interesar mejor cómo diagnosticar estas fuerzas límite de manera histórica. Es decir, de manera prospectiva y positiva, para que no singularicen, homogeneicen o reduzcan los trastornos que provocan los límites contradictorios del siglo XXI y, especialmente, los límites y posibilidades de las ciudades cosmopolitas que, con mucha frecuencia, se consideran como si fueran algo imposible de resolver de una vez por todas (Walker et al., 2018: 88).

Debates y preocupaciones actuales (después de la pandemia y de la crisis financiera que fue el marco en que se expandió) también han servido para despertar muchas otras energías que evidencian el lado activo de la experiencia urbana, con todas las libertades que el cosmopolitismo representa. Se trata de poner el énfasis en los afanes de la paz, la igualdad/equidad y la armonía, tanto entre sujetos como entre naciones, fundadas en la interdependencia, el entendimiento mutuo y la tolerancia, que siguen emergiendo constantemente. Sin embargo, aunque no se pueda evitar el fortalecimiento de las restricciones que provoca la politización de las políticas de límite/exclusión/fronterizas —que, por ejemplo, constriñen esas posibilidades de igualdad de acceso y libertad de tránsito—, sí es posible contemplar a las ciudades como espacios de transformaciones extremas.

La expansión urbana

Por ello, puede ser que esta expansión urbana que rebasa sus fronteras se perciba como tan contradictoriamente abierta/cerrada y, así, resulte algo sin precedentes. Lo cierto es que, aunque su desarrollo contemporáneo es extrañamente algo tan bien conocido, esto no alcanza para entender qué está sucediendo actualmente en y entre las ciudades cosmopolitas. Manifestaciones muy distintas presentadas en diferentes partes del planeta alertan sobre las dificultades para comprender el momento actual. Señalan la falta de análisis sobre las ramificaciones globales de trastornos estructurales que se manifiestan en la convivencia urbana cotidiana y que, a través de la difusión de “otras” normas de control social cosmopolita, se vuelven trastornos de la cotidianidad de la vida de relación social, extendiéndose indistintamente y sin fronteras hasta los lugares más recónditos.

Sobre todo, ahora que se exceden sus sitios y regiones como puntos de alineación convergente, de confluencia/divergencia y de conflicto, que se están dando con la fusión de lo que hasta ahora habían sido prácticas de ciudades y conceptos de fronteras separados. En este contexto, la ciudad cosmopolita es descrita como la “orientación social independiente (frente a la interdependiente) [de los sujetos sociales, quienes] otorgan mayor prioridad al éxito personal, la autonomía y las experiencias novedosas sobre el mantenimiento de los vínculos con sus comunidades de origen. En consecuencia, una orientación independiente debe vincularse a una tendencia motivacional para trasladarse a lugares que ofrezcan oportunidades económicas, libertad y diversidad. Tales lugares son ciudades que pueden llamarse ” (Sevincer, Kitayama, Varnum, 2015: 3). Esta orientación independiente del bienestar aúna inevitablemente cuerpos/emociones como construcciones sociales inseparables:

“El hombre así, por más que sea un individuo particular (y justamente es su particularidad la que hace de él un individuo y un ser social individual real), es, en la misma medida, la totalidad, la totalidad ideal, la existencia subjetiva de la sociedad pensada y sentida para sí, del mismo modo que también en la realidad existe como intuición y goce de la existencia social y como una totalidad de exteriorización vital humana” (Marx (1844) 1974: 53. Cita de Scribano, 2012: 99).

Por ello, la infinidad de contactos sociales, las cambiantes circunstancias de la vida diaria y los contextos geográficos están constantemente en transformación. Suspender un momento el lugar de las ciudades cosmopolitas y los límites que aún subsisten en ellas acentúa el papel del “proceso mediante el cual la reproducción de formas sociales y culturales, la formación de biografías y la transformación de la naturaleza se convierten incesantemente y al mismo tiempo en las actividades específicas de tiempo-espacio de las relaciones de poder [que a su vez] se vuelven continuamente una en la otra” (Pred, 1984: 279).

El lado activo de las ciudades

El lado activo de las ciudades cosmopolitas contemporáneas las hace distintas de las ciudades de la antigüedad. Se puede dar énfasis al lado activo que conecta la formación de las ciudades cosmopolitas con algunas de las ciudades de la antigüedad que siguen habitadas hasta la fecha. Cuando se convierten en lugar o región, sitio, nodo, centro de las actividades locales, regionales, nacionales, internacionales y mundializadas —entrelazadas singularmente por sus límites geográficos, económico-políticos y transfronterizos—, la conexión varía según “las circunstancias históricas sin estar sujeta por leyes universales” (Pred, 1984: 280).

Actividades que, además, “no surgen totalmente en un momento dado, sino que se originan y evolucionan en determinados lugares; se extienden, cambian como resultado de la interacción, se interconectan, mientras que la dispersión y la difusión se esparcen lentamente en una dirección, [luego] rápidamente en otra, y se transforman gradual o rápidamente, todo lo cual afecta al espacio. Así, las actividades son tanto de espacio restringido como un espacio eventual, por lo que no sólo hay interacción, sino aun contradicciones entre las metas y las estructuras” (Kostrowicki, 1986: 21).

Tales metas y estructuras de carácter espacial, acumuladas del pasado y el presente, precisan relaciones que se suscitan tanto desde el interior de las ciudades cosmopolitas como entre sitios o límites de las fronteras que les son correlativas. Lo anterior facilita observar cómo están cambiando los límites tangibles e intangibles; también permite considerar si dan como resultado otras delimitaciones de los alcances que tienen las siguientes fronteras, especialmente:

  • Fronteras físicas y geográficas, levantadas como límites climáticos-regionales.
  • Fronteras de miríada de pueblos que sitúan la continuidad del imaginario histórico del pasado y del presente. Fronteras multiculturales y de la diferencia.
  • Corredores cosmopolitas que, con tratados y acuerdos trilaterales de libre comercio, abren paso no solo a una integración económica irreversible del subcontinente, sino a la conformación, expansión y consolidación de una insólita movilidad de límites.
  • Pasos y puertas de “frontera” hacia la hiperrealidad del ciberespacio, que se expanden como un cuarto dominio de operaciones estratégicas que ya no son frontera, pero que funcionan como si lo fueran para dar acceso a un espacio de consciencia común, sin soberanía ejercitable por ningún Estado nacional y, muy precisamente, sin límites.

Estas transformaciones de la práctica y el concepto de ciudad como lugar de confluencia libre y amplia, de transferencia e intercambio, muestran una superposición de los límites geográficos y políticos de las ciudades cosmopolitas que explica la permanencia y continuidad de ciudades de gran antigüedad de Europa y Asia.

Se trata de procesos que, sin terminar con las viejas fronteras del interior y el exterior que separan amplios territorios y regiones, alzan y derrumban límites, evidenciando cómo trasponen y traspasan sus límites geográficos, históricos y temporales. Como lo muestran ciudades contemporáneas y algunas de la antigüedad, con efectos positivos/negativos para el bienestar social, levantando los mismos sitios con otras conexiones, mediante otras cercanías y con distintas visibilidades.

Puede mencionarse que, entre las veintiún ciudades más antiguas de Europa y Asia, Byblos, en Líbano, con unos 5000 años, es de las primeras en fundarse y destaca por haber sido habitada de manera continua hasta la fecha. En este mismo sentido, son importantes las siguientes ciudades:

  • PEKÍN, China (1000 a. C.)
  • CÁDIZ, España (1100 a. C.)
  • LISBOA, Portugal (1200 a. C.)
  • LA CANEA, Grecia (1700 a. C.)
  • VARANASI, India (1800 a. C.)
  • KUTAISI, Georgia (2000 a. C.)
  • DAMASCO, Siria (2000 a. C.)
  • KIRKUK, Irak (2200 a. C.)
  • ERBIL, Irak (2300 a. C.)
  • JAFFA, Israel (2000 a. C.)
  • PLOVDIV, Bulgaria (2000 a. C.)
  • REY, Irán (3000 a. C.)
  • JERICÓ, Palestina (6000 a. C.)
  • LUXOR, Egipto (3200 a. C.)
  • JERUSALÉN, Israel (3000 a. C.)
  • ATENAS, Grecia (4000 a. C.)
  • ALEPO, Siria (400 a. C.)
  • ARGOS, Grecia (5000 a. C.)
  • BYBLOS, Líbano (5000 a. C.)

Una reflexión final

¿Qué podrían revelarnos estas ciudades, las fechas de sus fundaciones, las regiones que ocupan y su ocupación continua hasta la actualidad? Entre otros aspectos, es posible que sugieran que: a) la formación de las ciudades es un hecho planetario; b) algunas de ellas muestran simultaneidades de localización, trazo y diseño, previo o conjunto, con la ocupación; c) con razones semejantes, construyeron fortificaciones enormes, con alta especialización del trabajo y adoptaron causas ideológico-políticas (religiosas y geoestratégicas); y, sin embargo, d) cada ciudad construye y se edifica con una identidad propia y con un sentido de pertenencia que la hace única en cada uno de sus emplazamientos, en cada una de sus expresiones constructivas, como en cada uno de los momentos de su ocupación.

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