¿Nunca llegó el lunes?

La ruptura con lo normal tiene que ser registrada como casualidad –ya que no estaba prevista–, su explicación no puede dejarse al azar. Debe mostrar su propio orden, debe mostrar– como quien dice– su segunda normalidad”.

(Luhmann, 2006: 38)

 

Presentación

 

Cuando llegaba antes de las 7 de la mañana a la parada del Pumabús de metro CU algunos semestres atrás, podía observar a muchos de mis compañeros y compañeras correr, platicar o formarse para esperar el Puma, algunos escuchaban música o hablaban por celular, otros estaban tomando su desayuno después de haber viajado por más de dos horas en el transporte público, otros llegaban con mucha prisa y se veían ansiosos esperando que el próximo camión arribara para no llegar tarde a su clase de las 7. Se podían escuchar diferentes sonidos que acompañaban este ajetreo cotidiano de llegar a la universidad, conversaciones perdidas, el motor de los camiones, los diferentes ritmos de los pasos de las personas; también se podía percibir el olor a comida de los puestos que se instalan alrededor de la entrada, la gasolina quemada que se extendía cuando alguno de los camiones iniciaba o terminaba su ruta o en algunas ocasiones el aroma fresco del pasto recién podado en la mañana.

Hoy 12 de marzo de 2021 a las 7 de la mañana, esta misma parada de Pumabús ya no es la misma, se encuentra vacía, ya no está la fila de personas aguardando el próximo camión o el tránsito continuo de las diferentes rutas o los puestos que se encuentran alrededor de la parada. Después de ya casi un año de haberse declarado en México la Jornada Nacional de Sana Distancia por la enfermedad de Covid-19, la universidad cerró sus puertas y esto conllevó a que muchos de sus espacios fueran abandonados, otros han sido resignificados y usados para actividades de esparcimiento y algunos otros mantienen sus mismas dinámicas. Esto me ha llevado a problematizar, desde una perspectiva sociológica, la idea de que la pandemia no solo es un hecho social disruptivo que ha reconfigurado nuestras formas de experimentar la vida cotidiana (Perry, 2018), sino que también es una situación que reproduce ordenes sociales establecidos. Es decir, que la pandemia podemos considerarla como un evento social con disrupciones y continuidades; en donde en un mismo espacio podemos experimentar cambios drásticos en sus dinámicas cotidianas, y al mismo tiempo, podemos sentir que allí la pandemia no tuvo lugar.

La presente postal intenta retratar esta tensión entre la disrupción y la continuidad en el espacio de Ciudad Universitaria. ¿Nunca llegó el lunes? Nos lleva a cuestionar qué tanto un espacio como la universidad se ha transformado como efecto de la pandemia y cuáles han sido las diferentes formas de (re)apropiación de este lugar, por parte, no solo de la comunidad universitaria, sino también, de personas externas que encontraron en este escenario un medio para afrontar la “nueva normalidad”.

 

Parte 1. Memorias de un espacio vivido

 

Todas las formas en que experimenté el espacio de la universidad desde que inicié el posgrado en ciencias políticas y sociales en el año 2015 hasta hoy, parecen haberse insertado en un bucle de tiempo donde el lunes nunca llegó. Los movimientos continuos que se mezclaban con distintos sonidos y olores se habían extinguido en el silencio de la naturaleza, ahora podía sentir una calma particular, no puedo negar que me sentí cómoda y plena, por un momento parecía que estaba en un lugar que no hacía parte de esta gran urbe, pero a la vez, me sentía como Fuentes (2008) lo describía ya hace algunas décadas atrás en La región más transparente en la “ciudad presencia de todos nuestros olvidos” (Fuentes, 2008: 20). La universidad parecía un espacio que había olvidado nuestros pasos recorridos, los pasos de miles de personas que diariamente llegaban a movilizar cada uno de los lugares que la componen. El sonido que sobresale hoy viernes y que ha reconfigurado este espacio desde el lunes 23 de marzo de 2020, ya no es el de los camiones, el de las conversaciones entre las personas, sino el de los pájaros, el viento y el de un silencio que emite memorias de un espacio vivido.

Aún así, no podemos creer que este espacio que históricamente se ha configurado por una diversidad de dinámicas se reduzca hoy a ausencias y silencios, a espacios deshabitados donde las rejas de los diferentes institutos y facultades se encuentran cerradas y donde la naturaleza poco a poco ha ido tomando espacios que antes no se le permitía.

 

Parte 2. (Re)vivir el lugar

 

Cuando continúo caminando por la inmensidad de Ciudad Universitaria, me doy cuenta de que a pesar de que existen lugares que se quedaron suspendidos en el tiempo, otros siguen vivos, y aquellos que le imprimen nuevamente este movimiento a la universidad no son necesariamente personas que pertenecen a la comunidad, sino que muchos de ellos parecen ser vecinos, deportistas, o personas que utilizan los diferentes circuitos como espacios para pasear a sus mascotas, caminar, correr o montar bicicleta. En estos lugares ya se escuchan los ruidos de las bicicletas, algunas veces la música de quienes se encuentran realizando esta actividad, se oyen los pasos de quienes están corriendo y también, las conversaciones aisladas de quienes van caminando. De igual manera, he podido observar, no solo hoy sino en otras ocasiones, a grupos de personas realizando alguna actividad física.

Desde mi experiencia y perspectiva, este espacio de la universidad en las últimas semanas se ha convertido en un lugar donde me siento tranquila y segura para poder correr, de esta forma yo he sido parte de esas personas que se han (re)apropiado de este lugar, pues para mí ya no solo es el escenario donde realizo una serie de actividades académicas sino también un lugar de esparcimiento que me ha ayudado a afrontar las nuevas dinámicas de la vida cotidiana en este contexto disruptivo.

 

Parte 3. La permanencia de la vida universitaria en el lugar

 

A pesar de que me he encontrado con lugares olvidados y otros (re)apropiados que le dan dinamismo a la universidad, también me he encontrado con espacios donde parece que la vida administrativa no ha terminado, lo cual devela que la vida académica continúa necesitando de las interacciones cara a cara, a pesar de que muchas de las actividades se han realizado a distancia. Muchos de los trámites administrativos de la UNAM requieren de la presencialidad, y esto ha conllevado a que diferentes instancias lleven a cabo una serie de trámites, este es el caso del registro de aspirantes de licenciatura que se realizó desde finales del mes de febrero hasta el mes de marzo. Durante estas jornadas sentí como si este año de cierre de la universidad no hubiese pasado, pues cuando iba a tomar mis clases en el posgrado en semestres anteriores tuve la oportunidad de observar las dinámicas de estos registros, y parecían funcionar de la misma manera: jóvenes formados sobre la conocida avenida del Aspirante junto con sus acompañantes, la única diferencia en este momento era el uso generalizado del cubrebocas. Sin embargo, las aglomeraciones, la confluencia con otras actividades puestos de comida, de copias e impresiones y el tránsito continuo de personas ingresando y saliendo de la universidad por la entrada de Avenida del Imán, cristalizaban una “vieja normalidad”, permitían experimentar la permanencia de la vida universitaria a pesar de estar viviendo una situación de contingencia.

***

 

Estos tres itinerarios me permitieron complejizar las formas en que se ha reconfigurado la vida social a partir de un evento disruptivo como lo ha sido la pandemia, a través de este pequeño viaje visual que presento en esta postal, quisiera invitar a que reflexionemos sobre las formas en que nos apropiamos de los espacios a través de ciertas prácticas y significados, y que a pesar de experimentar una situación de parálisis social hay cosas que pueden llegar a (des)aparecer y otras a permanecer.

La vida social está compuesta de continuidades y de disrupciones y considero que no solo esta postal en movimiento, sino también las que componen este proyecto didáctico, intentan dar cuenta de esta tensión, a través, de la exposición de una serie de prácticas y lógicas espaciales que fueron silenciadas y otras que sobrevivieron a estos tiempos de profunda incertidumbre.

 

Referencias

 

Fuentes, Carlos (2008). La región más transparente. México: Real Academia Española.

Luhmann, Niklas (2006). Sociología del riesgo. Ciudad de México: Universidad Iberoamericana.

Perry, Ronald (2018). “Defining disaster: an evolving concept”. En Handbook of Disaster Research, editado por Havidán Rodríguez, William Donner y Joseph Trainor. Cham: Springer, pp. 3-22.

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