Arraigo y tradición, persistir la vida

Introducción. La periferia el lugar

 

El lugar de la postal es México, Estado de México, municipio de Tultitlán parte sur, colonia Ampliación Buenavista, segunda sección. La fecha, 21 de febrero de 2021, la hora, precisa dos momentos, el primero que inicia a las 15:53 y un segundo que inicia 16:11.

Se filmó esta escena con el propósito de capturar y exhibir las dinámicas del espacio público dentro del Tianguis del Tesoro. Se consideró que, el continuo tránsito de personas y vehículos sumado a la continua actividad comercial, hicieron de este un punto propicio para los fines anteriormente descritos.

Esta toma fue capturada con un dispositivo celular instalado de manera discreta e imperceptible para no perturbar el comportamiento y actividades de los transeúntes. Se posicionó la toma para lograr capturar el movimiento de las personas, de manera que fueran percibidas las trayectorias humanas que se acercan, las que se alejan y las que desaparecen a la vista del espectador.

Algunos de los retos para capturar la escena fueron: encontrar la ubicación idónea para el dispositivo, mantener la estabilidad del dispositivo, encontrar una toma adecuada y lidiar con la capacidad de almacenamiento del dispositivo, pues, aunque en un inicio se pensó en solo una toma, la limitación de almacenamiento obligó a hacer dos tomas, las cuales finalmente se conservaron, así pues, se considera que cada una aporta al ejercicio de reflexión elementos distintivos.

El resultado es emocionante pues se pudo registrar audiovisualmente algunos de los tantos movimientos que confluyen en un espacio de características tan particulares como lo es un tianguis en el Estado de México, movimientos que de otra manera suelen ser imperceptibles.

 

Contexto: tradición tricultural

 

El tianguis del Tesoro es un conjunto de actividades, principalmente comerciales, pero también familiares, recreativas y de socialización, desarrolladas continuamente durante los días domingo.

El tianguis tiene un fuerte arraigo en la cultura mexicana que se remonta hacia la época prehispánica y perduró en la etapa colonial y en la posterior etapa del México independiente. De acuerdo con Pascale Villegas (2010), diversos testimonios españoles relatan con asombro la grandeza de los tianguis en el entonces Tenochtitlán, esto a razón de que el tianguis era el único lugar permitido para el intercambio de mercancías, pues de acuerdo con este autor, realizar intercambios fuera del tianguis era castigado con la muerte.

Al darse cuenta de esta situación, los evangelizadores españoles decidieron conservar la estructura de los tianguis y utilizarla en su favor para el proceso de evangelización indígena. Villegas (2010) apunta que, al igual que en Europa, los mercados o tianguis solían situarse no muy lejos de los templos religiosos, lo cual favoreció el proceso de transposición cultural, pues rápidamente el tianguis se convirtió en el centro de la comunicación pública, política, económica y religiosa por su capacidad para congregar a una gran muchedumbre sin distinciones de clase u origen.

A pesar de más de cinco siglos de cambios, el tianguis permanece como una estructura que ha logrado adaptarse y sobrevivir a todos ellos. De la misma manera que en la época prehispánica y en la etapa colonial, el Tianguis del Tesoro se formó como un elemento identitario de las nuevas colonias del sur de Tultitlán durante el proceso de urbanización de antiguos territorios ejidales iniciado en la década de los años ochenta y noventa del siglo xx.

Del mismo modo la ubicación del tianguis se situó cercana al templo religioso conocido como Iglesia de San Judas Tadeo, sobre la avenida La Perla y su continuación en avenida Centenario, es por ello y por otros factores urbanísticos y geográficos que este espacio se ha convertido en un lugar de aglomeración de las muchedumbres, al igual que sus precedentes prehispánicos y coloniales.

En la primera parte de la postal se observan los comercios instalados sobre la vía pública, y ahí se escucha a los mercaderes ofertar con gran animosidad y al grito de: “¡¿Qué le vendo?! ¡¿Qué le vendo?!” todo tipo de productos de primera necesidad —frutas, verduras, huevo y carnes entre otros. De igual modo tienen cada vez más presencia los comercios de comida rápida, tales como tacos, sopes, quesadillas, botanas, bebidas azucaradas y bebidas alcohólicas. En menor medida se encuentran artículos de uso personal como ropa, maquillajes y accesorios, enseres domésticos, artículos deportivos, tecnología, segunda mano y demás variedades.

En la segunda parte de la postal en movimiento subtitulada “Domingo, día familiar” se aprecian de mejor manera los comercios del tianguis, los cuales suelen ser de propiedad familiar. Esto significa que todos los miembros de una familia se involucran de alguna u otra forma con el negocio, dinámica que puede ser observada con el padre comerciante de verduras cargando a su bebé de brazos sin abandonar por completo sus labores.

Problematización: la colisión entre lo tradicional y lo contextual

Sería desacertado considerar lo visto en la postal como una reapropiación del espacio urbano, pues realmente, en el contexto de la pandemia Covid-19, este espacio nunca dejó de ser habitado. A pesar de las recomendaciones emitidas por las autoridades sanitarias y de la amplia difusión mediática sobre las medidas necesarias para evitar la propagación de la enfermedad, la actividad comercial en vía pública se interrumpió solamente en dos ocasiones entre el 21 de marzo de 2020 declaración de emergencia sanitaria por Covid-19 en México y el 21 de febrero de 2021, cuando se tomó la postal.

La primera suspensión de actividades fue el domingo 28 de junio de 2020. Por acuerdo con los líderes tianguistas y en el marco de la primera ola de contagios en México se decidió suspender todos los tianguis del municipio una vez mensualmente para reducir la propagación de la Covid-19. Esta medida solo se llevó a cabo una vez y no volvió a ser implementada según lo acordado. La segunda ocasión fue el domingo 10 de enero de 2021. Esa suspensión se planificó posterior a las celebraciones decembrinas y al día de Reyes Magos, celebraciones en las cuales se instalan en el mismo sitio y en días entre semana, además del domingo, grandes tianguis de juguetes con alta afluencia de gente de distintas colonias y municipios.

Evidentemente las únicas dos suspensiones planificadas fueron más una simulación de acciones en materia de salubridad que una estrategia de contención al virus. Se puede presumir que en todo momento prevaleció el interés económico de la actividad en vía pública por sobre la contingencia sanitaria. En relación con lo anterior, se observa una actitud omisa tanto del o los delegados representantes del tianguis, así como de las autoridades municipales y de seguridad, pues no se identifica ningún tipo de supervisión en materia de sanidad ni seguridad. La falta de regulación se hace patente en la expansión y crecimiento no controlados del tianguis, pues, paradójicamente, durante el transcurso de la pandemia han aumentado la cantidad de todo tipo de comercios en el espacio público.

Derivado de lo anterior, resulta extraordinaria e inquietante la contradicción entre la crisis sanitaria por la Covid-19 frente a un comportamiento que puede parecer errático y despreocupado, el cual quedó registrado en la postal. Por momentos, se percibe que en México existen dos líneas del tiempo que convergen y a la vez se repelen.

La primera de ellas es permanente, la que ha estado desde la etapa prehispánica, la que ya estaba antes de la pandemia, la que a pesar del tiempo tiene un profundo arraigo en la tradición y la familia. Esta es, naturalmente, el tianguis: la tradición centenaria del puesto familiar, de la comida callejera, de la bebida refrescante en tiempos de calor, de sacar a los niños de la casa, de salir todos juntos, de comprarse un antojito, de usar al tianguis para mostrarse a los demás, o simplemente, “chacharear”. Estas tradiciones no son una herencia fácil de olvidar pues están arraigadas en el mexicano desde su concepción en el vientre materno.

La segunda línea, es aquella que llegó de manera violenta, intempestiva y con una fuerza que pareciera que es capaz de cimbrar el mundo como lo conocemos. Esta fuerza es, por supuesto, la pandemia por Covid-19, cuya línea está trazada por un virus importado de China, de Italia, de España, de los Estados Unidos y, por último, asentado en nuestro territorio. Esta es la trayectoria de las conferencias diarias, la del uso de cubrebocas y gel, la del aislamiento autoimpuesto popularmente conocido como “¡Quédate en casa!”, la de la declaratoria de emergencia sanitaria, la de los semáforos, la de los picos de enfermos, la de las olas de contagios, la de la máxima ocupación hospitalaria en diciembre de 2020 y enero de 2021.

Ambas líneas de vida chocan en una frontal, contradictoria y confusa forma de persistir con la vida tradicional mexicana.

 

Conclusiones. Persistir la vida

 

La existencia de estas dos trayectorias tan distintas da pie a muchas reflexiones. De principio habría que descartar la posibilidad de “no encuentro” entre estas dos realidades, pues en la era de la información, un evento de tal magnitud, como la pandemia, es del conocimiento de prácticamente toda la población, además, para la fecha en la que se tomó la postal los estragos de la pandemia ya se habían hecho patentes en la enfermedad o muerte de algún familiar cercano, amigo, vecino, compañero de trabajo o conocido, realidad a la que prácticamente nadie permanece ajeno.

Por ello, el propósito de esta postal es invitar a la reflexión del porqué pareciera que la gran fuerza y amenaza de la Covid-19 no interrumpió a la primera trayectoria, la de la tradición familiar, la costumbre social, el pequeño comercio, y por qué no decirlo, de la necesidad. Acaso ¿significa tan poca cosa la pandemia que el mundo del tianguis ni se inmutó? O incluso ¿es tan fuerte el arraigo a nuestras tradiciones que a pesar de un evento de tal magnitud es poco probable abandonar el lugar de pertenencia?

En situaciones como las que imperan, la vida puede parecer un abrumador cúmulo de circunstancias caóticas que no tienen orden ni sentido, de modo que el destino natural de todo acontecer parece incierto y poco alentador. No obstante, existe en el pueblo de México un fuerte arraigo a las tradiciones, las costumbres, los lugares y la cultura, de manera tal que podría hablarse de una resiliencia del pueblo de México, lo cual quiere decir que, si bien ciertas circunstancias extraordinarias como una enfermedad o un desastre natural pueden ensombrecer y tambalear las vidas de los mexicanos, estos encontrarán siempre la forma de continuar en apego a esa ancla tan poderosa que existe en la tradición.

 

Referencias

 

Villegas, Pascale. (2010). “Del tianguis prehispánico al tianguis colonial: Lugar de intercambio y predicación (siglo XVI)”. Estudios Mesoamericanos. No 8, pp. 93-101.

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