Por Antonio Campillo y Alice Poma
La pandemia de Covid-19 está generando crisis en múltiples dimensiones: económica, política, sanitaria, socioambiental, de salud mental, entre otras. Estas crisis están poniendo en evidencia la vulnerabilidad individual y social, mostrando los efectos de un sistema neoliberal que desde los años setenta del siglo pasado ha ido implementándose en todo el planeta.
Los múltiples impactos de la pandemia están siendo debatidos y son objeto de reflexión en todas las latitudes por parte de diferentes disciplinas, y eso se refleja en la enorme cantidad de artículos científicos, de opinión, conferencias y libros que están siendo publicados al respeto. Todos estos productos, disponibles en su mayoría en línea, proporcionan herramientas para comprender las circunstancias extraordinarias que estamos viviendo y prepararnos para enfrentar los efectos en el medio y largo plazo.
Además de las iniciativas como el espacio dedicado a la pandemia en este blog y el ciclo de conferencias “Los efectos de una pandemia en” (cuyas grabaciones están disponibles en el canal de You Tube del IIS-UNAM), solo para citar dos ejemplos cercanos, otro espacio de discusión que ha sido creado este año para alimentar el debate alrededor de lo que estamos viviendo en España e Iberoamérica es el Laboratorio filosófico sobre la pandemia y el antropoceno.
¿Qué es un laboratorio filosófico?
Como escribe uno de sus coordinadores, Antonio Campillo, filósofo y sociólogo de la Universidad de Murcia (España) que presidió la Red española de Filosofía, un laboratorio, según el DRAE, es un «lugar dotado de los medios necesarios para realizar investigaciones, experimentos y trabajos de carácter científico o técnico». Hay también «laboratorios clínicos» para analizar muestras biológicas y «laboratorios de idiomas» para aprender lenguas extranjeras. La pandemia de Covid-19 ha revelado la importancia de los laboratorios científicos y clínicos para investigar el comportamiento del virus SARS-Cov-2, diseñar vacunas y antivirales, y hacer pruebas a la población.
Pero el término latino laboratorium se acuñó en la Edad Media con un significado mucho más amplio, para referirse a cualquier lugar (-arium) donde un agente (-tor) realiza una actividad (labora). Un laboratorio es un taller donde una persona labora o donde varias colaboran en una tarea. Este antiguo significado se mantiene todavía hoy en la lengua italiana. El diccionario Treccani, junto a la limitada definición de la DRAE, recoge esta otra: «Cualquier local o conjunto de locales donde varias personas se dedican a los trabajos de un arte u oficio: l. de sastrería, l. artesano, l. de ebanistería, etc.».
Merece la pena rescatar este uso más amplio del término para reivindicar la importancia del trabajo artesano. Como ha mostrado Richard Sennett en El artesano, hay una gran diversidad de tareas (cocina, costura, crianza, cuidados sanitarios, albañilería, carpintería, horticultura, música, diseño, escritura, etc.), en los que se combina la habilidad técnica y la sensibilidad estética, el saber material y la preocupación por los otros, y en los que se condensa una experiencia colectiva transmitida durante generaciones.
¿Por qué un laboratorio filosófico?
Campillo afirma que para mostrar que el pensamiento no es una actividad solitaria sino una labor cooperativa que requiere el debate con otros, el aprendizaje mutuo y la hibridación entre los saberes. El término griego «filosofía» suele traducirse como amor al saber, pero este no puede darse sin el saber del amor. Los antiguos griegos descubrieron que hay una relación muy estrecha entre la pasión por la verdad y el cultivo de la amistad. Por eso se reunían en plazas, pórticos y jardines, unos lugares de encuentro que fueron los primeros laboratorios filosóficos.
Además, la filosofía es una actividad artesana porque trata de crear una obra bien hecha. Trabaja con las palabras, ideas, creencias, etc., de las que nos servimos para dar cuenta del mundo, del nosotros y del propio yo. El trabajo filosófico comienza realizando un riguroso análisis desconstructivo de todas esas palabras con las que se construyen y legitiman las formas dominantes de organización de la vida. Pero esa labor critica tiene como objetivo último acuñar nuevos conceptos con los que componer nuevos mapas conceptuales, nuevas maneras de comprender el mundo y orientarnos en él.
Queda por mencionar la tercera razón para crear un laboratorio filosófico. El DREA ofrece una segunda definición de laboratorio: «Realidad en la cual se experimenta o se elabora algo». A veces, es nuestra realidad circundante la que se convierte en un laboratorio abierto, donde tiene lugar un experimento a gran escala, no diseñado ni controlado por nadie. Y eso es exactamente lo que está ocurriendo en nuestro planeta desde que terminó la Segunda Guerra Mundial y se inició lo que Paul Crutzen, Will Steffen y otros científicos han llamado la «gran aceleración» del Antropoceno: como ya apuntó Vladimir Vernadsky, los humanos nos hemos convertido en una «fuerza geológica» y en apenas siete décadas hemos alterado y degradado profundamente todos los procesos naturales que hasta ahora habían hecho posible nuestra vida sobre la Tierra.
¿Por qué es tan necesario reflexionar sobre lo que estamos viviendo?
En 2020 ha estallado la primera pandemia global de la historia. Ignacio Ramonet la ha calificado como un «hecho social total», retomando la expresión con la que Marcel Mauss describió la práctica del «don» como fundamento último de la vida social. Pero esta pandemia, lejos de confirmar los sólidos fundamentos del capitalismo dominante, ha revelado su extrema fragilidad. Además, ha evidenciado que la destrucción ecocida de los ecosistemas terrestres puede conducir a un genocidio de la propia humanidad.
Esta pandemia es un «gran experimento ecosocial» que está poniendo a prueba todas las esferas y escalas de la vida humana.
En 2001 Campillo publicó un libro titulado precisamente así, El gran experimento. Lo que está sucediendo ahora es sólo un preludio del colapso civilizatorio al que nos conducen el cambio climático, la reducción de la biodiversidad, el agotamiento de los recursos y la contaminación de los suelos, las aguas y el aire.
En resumen, la pandemia de Covid-19 es un episodio más de la «gran aceleración» en la que los humanos estamos poniendo en riesgo nuestro propio destino. Por eso, un grupo de investigadores e investigadoras en filosofía y en ciencias sociales hemos decidido crear un Laboratorio Filosófico sobre la Pandemia y el Antropoceno, para analizar el gran experimento ecosocial en el que estamos comprometidos y para construir mapas que nos permitan cambiar de rumbo.
¿Qué hace el laboratorio?
El Laboratorio abrió sus puertas en junio de 2020, con un triple propósito: 1) reunir en un archivo o repositorio digital las investigaciones científicas y reflexiones filosóficas que se vayan publicando en torno a estas cuestiones; 2) abrir un foro de debate en el que puedan participar todas las personas interesadas de la comunidad iberoamericana; 3) informar de noticias sobre la pandemia y el antropoceno que tengan relevancia filosófica o bien se refieran a actividades científicas y filosóficas relacionadas con estos asuntos.
Los primeros debates mensuales organizados por El Laboratorio han sido estos: “La pandemia, un episodio del antropoceno” (junio), “Filosofía y salud pública” (julio), “Pandemia y digitalización. La doctrina del shock digital” (septiembre) y “Pensar la nueva normalidad” (octubre).
Los temas para las siguientes sesiones son: “Educación” (noviembre), “Genero y cuidado” (diciembre), “Desigualdad y precarización” (enero), “Posverdad, negacionismo, infodemia” (febrero), “Salud Global” (marzo).
Además, El Laboratorio tiene previsto organizar otro tipo de actividades, sean presenciales o a distancia (mesas redondas, jornadas, publicaciones), en colaboración con otros grupos de trabajo, asociaciones e instituciones, para promover en el ámbito de la comunidad iberoamericana el debate y la reflexión sobre las múltiples dimensiones ecosociales de la pandemia y, en general, de las grandes mutaciones del antropoceno.
¿Cómo se puede participar?
Se puede participar a los debates enviando un texto, una imagen, una grabación en vídeo, o simplemente compartiendo materiales que vayan a enriquecer el repositorio digital. La dirección para el contacto es: laboratorio@redfilosofia.es
El sitio web para leer el contenido producido por el laboratorio es: https://redfilosofia.es/laboratorio/
Investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM